N A V I D A D
(Ser felices)
En estos días recibimos, de múltiples formas, un alubión de "deseos de felicidad". No podemos olvidar que la aspiración a ser felices es el impulso más incontenible que todos experimentamos.
Por eso, desear felicidad a los demás es como una gratificante complicidad con la aspiración más arraigada en el ser humano. Pero, ¡no nos engañemos! Esa manifestación, aunque sea sincera, no pasa de ser eso, un deseo, pero no incrementa un ápice el grado de felicidad de nuestros agasajados.
Y es que la felicidad no depende de agentes externos. No depende de lo que pasa a nuestro alrededor, de lo que nos deseen los demás, sino de lo que pasa dentro de nosotros. Tampoco la felicidad consiste en hacer siempre lo que nos apetece, ó en colmar un proceso de aspiraciones materiales, sino más bien en esa armonía interior y profunda que produce saberse en posesión del Bien y de la Verdad. Y esto, nadie puede atribuírselo como una conquista propia porque, sencillamente, es un Don de Dios.
Metidos ya en el Tercer milenio de la venida del Hijo de Dios, no estaría mal recordar que Jesús, no sólo no eludió este tema de la felicidad, que tanto preocupa al hombre, sino que (con la autoridad que le asistía), tuvo a bien proponernos un "código" de felicidad: las Bienaventuranzas. ¡Bienaventurados, felices…, proclamó El! Es cierto que, es un código de felicidad desconcertante, si lo comparamos con nuestras pobres humanas formas de concebir la felicidad, pero…., no podemos dudar que, viniendo de Quién viene, es un "código", un camino de felicidad que ¡está garantizado por la Sabiduría Divina!
¿Por qué no hacemos, en este cumpleaños del Señor, un intento de penetrar en su pensamiento? ¡Daríamos un salto "vital" hacia la felicidad! ¡Pasaríamos, de los simples deseos, a la posesión de la verdadera felicidad! Esta es la Felicidad que yo te deseo.
¡FELIZ NAVIDAD!
Autor: P. Arenas